Los dislates del presidente.
-Se apanica ante dichos de Ken Salazar.
-No hay borracho que trague lumbre.
-Quiere destruir al poder judicial.
Raúl Hernández Moreno.
23-agosto-2024.
Ken Salazar fue claro y contundente: la reforma que propone el gobierno al poder judicial, no acabará con la corrupción, hay el riesgo de que los a jueces los imponga el crimen organizado y atenta contra la democracia,
Y como tenemos un presidente valiente, temerario, arrojado, que no teme enfrentarse ni a dragones ni Goliats, creímos que pediría la expulsión del embajador de los Estados Unidos en México, por entrometerse en asuntos que solo competen a los mexicanos, y en una de esas, rompía relaciones diplomáticas o hasta la declaraba la guerra al vecino país.
Pero bien dice el dicho que “no hay borracho que trague lumbre”. No pasó nada, hay democracia para disentir, dijo. Tenemos un bufón como presidente, que deja que lo humille en público Donald Trump.
Si lo que dijo Ken Salazar lo hubiese dicho el embajador de un país centroamericano chiquito, como Belice, Guatemala o Honduras, la Secretaría de Gobernación ya lo habría expulsado del país y AMLO exigiría una disculpa pública del gobierno involucrado.
En abril de 2019, el ignorante que tenemos de presidente le envió una carta al Rey de España solicitando que le pidiera perdón a los pueblos indígenas por los daños que ocasionó la conquista. Como es un iletrado con iniciativa, nunca se le ocurrió investigar que cuando la conquista, España no existía como tal.
En mayo de ese mismo año, también se aventó la puntada de afirmar que México se fundó hace más de 10 mil años, cuando en realidad se fundó el 27 de septiembre de 1821 y la fundó, aunque le arda la cola, un conservador: Agustín de Iturbide. Una imagen de su entrada triunfal a la Ciudad de México, al frente del ejército trigarante, aparece en los billetes de 20 pesos, autorizados por el Banco de México, antes de que AMLO entrará a la presidencia de la república.
Lo dicho por Ken Salazar es una opinión personal, pero sin duda aprobada por Washington. López Obrador no quiere reformar al poder judicial sino destruirlo y que lo supla un poder judicial a modo, que apruebe todo lo que le ordene el ejecutivo, sin importar que, con jueces, magistrados y ministros electos, se incremente la corrupción.
Hay corrupción en el poder judicial, como lo hay en todas partes, pero no se va a corregir destruyéndolo.
Pero, además, el argumento tramposo de que el pueblo manda y debe escoger a sus jueces, es una estupidez que nadie se cree, pero al rato los soldados van a pedir elegir mediante el voto a sus generales; los alumnos pedirán que los maestros participen en una elección, y, por supuesto, los secretarios de estado también deberían someterse a elección, y no que impongan a gente inútil como Mario Delgado en la Secretaría de Educación.
Dicen los legisladores de Morena que se impondrán requisitos muy rigurosos a los aspirantes a jueces, pero como se supone que vivimos en una democracia, muy pronto abogados morenistas recién egresados, y con dos o tres doctorados de los que salen en las cajas de corn flakes, podrán solicitar un amparo para exigir que les permitan participar, pues la ley no debe discriminar a nadie y le van a dar la razón.
En cambio, en la actualidad para ser juez federal cientos de aspirantes participan en un examen de oposición y gana el más apto. Eso es lo que quiere destruir López Obrador. Tiene sed de sangre y venganza.