-Al único que se castigó fue a Raúl Salinas
-Los demás solo recibieron una condena moral
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Raúl Hernández Moreno
El primer hermano incómodo de la era moderna fue Dámaso Cárdenas. Durante el sexenio de su hermano, el general Lázaro Cárdenas, Dámaso tenía a su cargo la ingrata tarea de pedir el diezmo en obras y contratos de proveeduría autorizados. Dámaso se convirtió después en gobernador de Michoacán.
Al siguiente sexenio, esa tarea le correspondió a Maximino Ávila Camacho, varios años mayor que su hermano, el presidente Manuel Ávila Camacho. Maximino logró amasar una enorme fortuna que lo convirtió en uno de los hombres más ricos de México. Era dueño del edificio de siete pisos que se ubica frente al Palacio de Bellas Artes y que hoy tiene en la planta superior un café desde donde se aprecian imágenes espectaculares. Había la leyenda que guardaba centenarios en barriles de madera.
Con Carlos Salinas, su hermano Raúl utilizó el poder para hacer negocios al margen de la ley. Era amigo de Juan García Abrego, el narco más poderoso de las décadas de los ochentas y principios de los noventa, del siglo pasado.
Con Vicente Fox, la ingrata tarea de cobrar diezmos y moches les correspondió a sus hijastros Jorge y Manuel Bribiesca. Cobraran un millón de dólares por conseguir entrevistas con el director de Pemex, donde se amarraban contratos de proveeduría.
Aquí en Tamaulipas, en el sexenio de Cabeza de Vaca, a su hermano José Manuel le tocó la tarea de pedir el 15, el 20, el 30 por ciento por obras y contratos de proveeduría autorizados por su hermano.
Hoy le toca a los hermanos José Ramón y Andrés López Beltrán, cargar la fama pública de que usan el poder de su poderoso señor padre, para conseguir contratos a sus cuates, lo que no tendría nada de extraño y lo cual será un tema tratado con mucha amplitud una vez que su padre deje el poder.
En México los presidentes son dioses sexenales, pero cuando termina el sexenio para el que fueron electos, junto con el fin de su período de gobierno, disminuye drásticamente su poder y se convierten en seres terrenales que todos los días están obligados a orinar y surrar, de la misma manera que lo hacemos todos.
Los hermanos López hoy gozan de un manto protector, pero algún día se va a terminar.
Dentro de uno o dos años, cuando aparezca toda la verdad sobre los hermanos López Beltrán, si la sociedad los condena, recibirán un castigo moral y nada más. Nadie los va a castigar, como nunca se castigó a Dámaso Cárdenas, a Maximino Ávila Camacho, a los hermanos Bribiesca o a José Manuel García Cabeza.
Ahora que igual y resulta que los hermanos han hecho una fortuna legal con la venta de chocolate, igual que la señora Xóchil lo hizo con las gelatinas.
El único hermano incómodo que ha sido castigado en la historia mexicana fue Raúl Salinas, pero porque estaba de antemano Ernesto Zedillo que resultó más cabrón que bonito.