¿NLD crece o se desarrolla?
Gastón Monge/2172
Desde el año pasado esta ciudad ha mostrado un notable crecimiento en cuanto a la tasa de empleos generados por empresas y comercios que se establecen o construyen, lo que sí, ayuda a que la economía también crezca, y aunque no hay un criterio que diferencie el crecimiento de la ciudad con su incipiente desarrollo, Nuevo Laredo crece de manera aritmética.
Esto es, crece la ciudad pero no se desarrolla porque su PIB no refleja una mejora en la calidad de vida de sus habitantes, cuyas necesidades de mejores servicios públicos, mejores servicios de salud, mejor educación, mejor seguridad y un mayor acceso a los bienes de consumo con su salario, no son satisfechas de manera correcta, ya sea por los elevados niveles de la inflación, por la insuficiencia de sus salarios y su bajo poder de compra, o porque la demanda es mayor que la oferta. Tal vez.
Visto así, el que se establezcan más tiendas comerciales, maquiladoras o empresas que generen empleos, no necesariamente se verá reflejado en el desarrollo de esta ciudad de mediano tamaño, la que de acuerdo al presupuesto anual con que cuenta, poco más de 4 mil millones de pesos, debería tener mejores estándares de vida para sus habitantes.
Y es que mientras la ciudad crece con más tiendas comerciales y maquiladoras, este crecimiento ‘económico’ no se refleja, aún no, en la calidad de vida de las personas, porque las desigualdades sociales y económicas de la población siguen muy marcadas por una burda estratificación social; al poniente y al sur la pobreza es extremadamente marcada por la gran cantidad de necesidades y carencias, mientras que al nororiente la diferencia es notable tanto en viviendas, comercios y urbanización.
Sin embargo, la desigualdad prevalece y es hasta más intensa conforme la ciudad continúa con ese incesante crecimiento, porque las necesidades de los pobres van en aumento y hace que su vida en los sectores habitacionales en los que viven siga igual o peor que antes, es decir, con un menor desarrollo y por ende, con menores expectativas de vida y menores satisfactores por alcanzar.
Para establecer mejor esta comparación entre crecimiento y desarrollo habría que tomar en cuenta algunos indicadores que permitan establecer de manera más clara dicha diferencia, como por ejemplo, la esperanza de vida de los habitantes de esta ciudad a partir de la pandemia del Covid-19, la que de acuerdo a los expertos, se ha reducido en 9 meses por habitante.
Un indicador más sería el ingreso per cápita y lo que una persona puede adquirir en el mercado, comparado con lo que tuvo el año pasado, por ejemplo; adicional a ello está el que la vivienda sea propia, rentada, prestada o a crédito. Son variables económicas que permiten establecer un criterio en cuanto a si esta ciudad crece o se desarrolla.
Así, mientras le ciudad crece y ‘evoluciona’ mediante la aplicación de un erróneo concepto de transformación, este crecimiento no se ve reflejado en la mejora de la calidad de vida de los habitantes que viven en el poniente, por lo que la desigualdad social y la pobreza no se ven disminuidos con las actuales políticas públicas.
Por lo tanto, se deduce que si bien el crecimiento que tanto se menciona en esta ciudad forma parte del desarrollo, no necesariamente el crecimiento tiene que ser desarrollo. Es decir, Nuevo Laredo crece en su rango económico, pero no por ello se desarrolla porque no mejora la calidad de vida de sus habitantes.
Lo que es peor, las tiendas comerciales que pronto se establecerán en la ciudad, solo serán un satisfactor de las necesidades de una clase media y media baja poco aspiracionista, cuyas necesidades primarias de alimento se ven satisfechas, mientras la otra clase social, la media alta y alta, más aspiracionistas, satisfacen sus necesidades en tiendas, comercios y restaurantes del primer mundo, en Estados Unidos, establecimientos que no existen en esta ciudad, como grandes almacenes de ropa de marca, cadenas internacionales de comida gourmet y centros recreativos que no existen en esta ciudad, por lo que esta diferenciación en cuanto a satisfactores está muy marcada en ciudades como Nuevo Laredo. ¿O usted qué opina querido lector?
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Tamaulipas está de nueva cuenta en el ojo del huracán por los terribles acontecimientos de inseguridad que se han reflejado en algunas ciudades fronterizas importantes, pero lo ocurrido en Matamoros fue el vaso que derramó el agua, por las consecuencias que ello traerá consigo en el plano de las relaciones diplomáticas con Estados Unidos.
Los cuatro norteamericanos no caucásicos que fueron secuestrados en aquella frontera mostró al mundo el fallido sistema de seguridad que prevalece en México y, en particular en Tamaulipas, lo que motivó el enérgico reclamo y posterior intervención del gobierno de Estados Unidos a través de su embajada y de sus agencias de seguridad e investigación criminal, para exigir a México, la búsqueda y localización de estas cuatro personas, lo que se consiguió finalmente, con lamentables resultados.
Esto hará sin duda que el gobernador Américo Villarreal, con apenas cinco meses en el cargo, reconsidere su política de seguridad, y establezca otros mecanismos operativos más eficaces para el combate a este flagelo que tienen en jaque a los tamaulipecos.
El que el presidente lo haya llamado para que explicara en la mañanera de este martes lo ocurrido en Matamoros, fue una llamada de atención para que deje de ser tan blando y ponga mano dura en este tipo de hechos que afecta la seguridad del vecino país y pone en entredicho la de México.
Empero, son muchas las dudas y las interrogantes surgidas a raíz de este acontecimiento, sobre todo por la forma en que fueron privados de su libertad, y porque hasta el momento ninguna autoridad de los dos países ha ofrecido una versión coherente de los hechos. Pero es seguro que en los próximos días sabremos más de esto, ojalá que así sea.
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Voz migrante. Sin lugar a dudas que los migrantes documentados que viven en Estados Unidos, serán un importante componente político para las elecciones del 2024, toda vez que la politización de este importante segmento social genera una cada vez mayor participación en los procesos electorales, lo que en elecciones futuras podría incidir en la victoria o la derrota de candidatos.
Un ejemplo claro lo ofrece Dan Restrego, uno de los más importantes asesores durante el gobierno de Barack Obama y experto en asuntos de América Latina, quien avizora que en las elecciones del 2024 habrá un elevado porcentaje de votantes migrantes, en particular hispanos.
Sin embargo, para ello será necesario redimensionar la política migratoria de ese país, que hasta el momento no favorece en mucho la migración irregular, que cada vez se enfrenta a muros de contención más duros, lo que dio como resultado que el año pasado fueran repatriados 2.5 millones de migrantes en la frontera común con México, y solo en diciembre 250 mil fueron deportados, una cifra récord nunca vista.
Durante febrero la Patrulla Fronteriza detuvo a 130 mil migrantes que cruzaron de manera indocumentada, cifra muy parecida a la de enero de este mismo año, aunque como dato adicional se menciona que más de 100 mil fueron liberados cada mes durante el último trimestre del año pasado en algunas ciudades fronterizas de Estados Unidos, con la finalidad de presentarse ante un juez o alguna autoridad de migración.
Pero sin lugar a dudas, es muy probable que el fenómeno migratorio ya se encuentre muy politizado, debido a su fuerte ingrediente electoral en Estados Unidos, punto a favor del presidente Biden, quien pretende convencer a la sociedad norteamericana de que está haciendo bien las cosas al endurecer las barreras fronteriza a la migración indocumentada, en particular contra los migrantes hispanos, sobre todo mexicanos y centroamericanos, y no tanto los venezolanos y los cubanos, quienes tienen un ingrediente político adicional.
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Hasta mañana
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