En Voz Alta

Migrantes; muerte y remesas

Gastón Monge/2177

Este lunes cumple una semana la tragedia de Juárez en la que 39 migrantes perdieron la vida de manera trágica dentro de una estación migratoria mal acondicionada, mal administrada y, peor aún, con personal sin la capacidad  suficiente en el tema de la atención a los migrantes, pero en medio de esta crisis hasta el momento no hay responsables porque al parecer los están encubriendo y echan por delante a responsables indirectos, responsables sí, pero menos culpables que el titular del Inami, Francisco Garduño, y que los encargados regional y local de este organismo en aquella ciudad fronteriza.

Y si no hay culpables, menos habrá  una respuesta a esta crisis migratoria que estalló en Juárez con la muerte de estos seres humanos que con su vida sacaron a flote todas las deficiencias y la corrupción que impera en este organismo federal a lo largo y ancho del territorio nacional.

Pero la olla de presión apenas dejó escapar algo de vapor y podría estallar de nueva cuenta en cualquier parte del país, debido a la enorme concentración de migrantes que se estima supera ya los 70 mil desde Tijuana a Matamoros, sin tomar en cuenta los 30 mil que Estados Unidos deporta cada mes, y las grandes caravanas que se acercan al norte del país.

Sin duda que esto lo tiene bien presente el presidente López Obrador, quien no quiere o no lo dejan, aportar recursos económicos para su atención en las diferentes entidades donde se concentran, porque desde que inició su mandato, no ha soltado recursos a los Estados ni a los municipios para atender el fenómeno migratorio que desde el 2018 se le alertó que podría salírsele de las manos. Ya ocurrió y puede repetirse.

Tal vez algunos piensen que la migración es una moda o algo pasajero, pero no, la migración es una perversa realidad que lacera a los mismos migrantes, e incomoda a las autoridades, y a pesar de que se haya cerrado el centro de detención de Juárez, se haya instituido un Consejo Ciudadano y se hable de una reforma al interior del Inami, esto no es suficiente para resolver, o al menos detener la migración, tal y como lo pretenden hacer los presidente Joe Biden, de Estados Unidos, y López Obrador de México, ante un problema que ya ralla en un Crimen de Lesa Humanidad, de acuerdo al enfoque de organismos internacionales.

Mientras Biden se lava las manos al decir que es un problema de México, López Obrador dice que el problema es de los mismos migrantes, expresiones y actitudes que no abonan nada a este espinoso asunto que cada día amenaza con estallar en diferentes lugares del país pero con los mismos resultados: La muerte de migrantes.

Y es que el fenómeno migratorio es un asunto interinstitucional y estructural, porque abarca a varias dependencias que deben asumir su responsabilidad no solo en lo ocurrido en Juárez, ya que surge de la descomposición de las estructuras sociales, económicas, políticas y culturales de los países expulsores y de los receptores.

También es un asunto binacional que le compete a Estados Unidos, porque el endurecimiento de su política migratoria y la contención de los flujos en su frontera sur, obligan a los migrantes a tomar medidas cada vez más drásticas para poder ingresar al vecino país. Biden se equivoca al tomar la misma actitud que Donald Trump, en vez de apoyar con recursos económicos y programas de apoyo y de asistencia social en los países del llamado Triángulo del Norte, en vez de echar culpas y decir que es un asunto de los propios países expulsores, cuando la expoliación desmedida de sus recursos naturales y de su economía, agravaron la pobreza, la inseguridad y la violencia.

Sería necesario tal vez, crear un gran frente latinoamericano que vele por los intereses económicos y sociales de los países inmiscuidos en este fenómeno que ya desbordó a los gobiernos que poco o nada hacen para contener a sus nacionales y evitar que migren, crear las condiciones para generar primero crecimiento económico y una mejor educación, para después generar el desarrollo que permita a esos países contener sus migraciones internas.

El año pasado fueron expulsados de Estados Unidos poco más de dos y medio millones de migrantes, una cifra histórica, pero una gran parte de esos migrantes se encuentra en México, y si bien los datos de CBP indican que desde el año pasado el ingreso irregular de migrantes disminuyó gracias a una política más ‘humana, ordenada y razonada’, la realidad es otra, ya que esa disminución se debe en gran parte a que esos migrantes que no ingresan a Estados Unidos, son los que se encuentran en México, en espera de cualquier oportunidad para cruzar la frontera de la manera que sea, aún a costa de sus propias vidas.

Y si Biden decide ignorar esto, el presidente de México festina a su modo y como un logro de su administración, el que el año pasado las remesas hayan rozado la cantidad de 60 mil millones de dólares, como si ese dinero no fuera el producto del trabajo de millones de mexicanos que huyeron del país ante la falta de oportunidades, ante el incremento de la violencia y la inseguridad, y porque tuvieron que huir del país porque México no le dio las garantías suficientes para poder vivir de manera más digna en sus lugares de origen.

El fenómeno migratorio no es un asunto de ideologías, es un problema de políticas públicas que tiene que ver y mucho con las enormes desigualdades sociales que existen en los países latinoamericanos, incluyendo a México, desigualdades que si bien se originaron con la presencia y crecimiento de un capitalismo salvaje, se agudizaron con las dictaduras políticas actuales, por lo que es un fenómeno que debe ser tratado mediante la cooperación mutua de los países involucrados, lo que permita la creación de mercados y fuentes de trabajo regionales, hemisféricas, bajo el concepto de la igualdad, la inclusión social y la tolerancia a las diferencias de raza, de piel, de cultura y de idioma.

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Hasta mañana

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